Érase una vez, un vehículo no homologado por la
DGT que se echó a circular por las vías secundarias, autovías, nacionales y demás circunvalaciones.
El cochecito no superaba los
80 km/h, su potencia no le permitía ir a mayor velocidad lo que en muchos casos le aseguraba improperios y descalificaciones por parte del resto de vehículos.
!!Dominguero!!, !!Pisa huevos!!, !!Cuatro latas!!, !!Apártate, tartana!!, eran junto al claxon los regalos que recibía constantemente.
Nada podía hacer y menos cuando alguna de las almas que conducían estos cuerpos metálicos de mayor cilindrada y consumo, le saludaban levantando el dedo corazón.
Hubo un tiempo que dejó de salir a la carretera, y creyó que no estaba hecho para este tipo de vías circulatorias aunque se tratara de un vehículo, pensó que su existencia tenía los días contados.
Luego intentó superar esto aumentando su capacidad de cilindrada, lo que en un tiempo le supuso una mejora ya que podía ir incluso a
120 km/h, pero un día su pequeño motor dijo basta y tuvo que ir al taller.
Le recomendaron que no hiciera más trucajes, porque si no su motor podría incluso explotar.
Al final, el cochecito lo aceptó, dejó las vías principales para conducir por vías urbanas y comarcales que realmente era donde se encontraba su sitio, y dejó definitivamente al stress, la velocidad y la agresividad que circulaban por la mayoría de carreteras.
Sí, aquel cochecito era yo.